BAJO LA SÁBANA


Nely o Andrea

Por Nely o Andrea

Hola buenas noches. Andrea me puso mi madre, Nely aquí en el burdel. Que ¿qué me gusta hacer aparte de trabajar aquí?, no sé. Yo podría preguntarle lo mismo y usted me diría: ir al cine, leer novelas, jugar fútbol, rayuela, la poesía, cocinar, tejer, vaya a saber una. Actividades, pasatiempos, cuál más cuál menos placentero. A mí también me gusta el placer, pero el verdadero, no el placer epifenómeno como dice la canción y el que practica usted, por lo demás. Lo mío es el placer por el dinero, jeje. O acaso creyó que hablaba del placer del sexo?, no sea gil con “g” de gil, como diría mi abuela. Si el viejo no agrada, no gusta, me complazco en el cobro; si el vejete gusta y agrada, tanto más placentero. El amor?, jeje, hablemos en serio mejor será. Esos son engaños de la cabeza. Las maripositas en la guata?, jeje, engaños de la cabeza miercale!. Yo hago maripositas en la entrepierna mi guacho, y el vejete se jura torito campeón. Usted sabe, tanto más placer para mí, a la hora de cobrar.
Pero esa es la Nely. A veces me confundo, se me mezclan los papeles. Lo que yo llamo una actriz del placer, pero no por fingir solamente. Como buena actriz, se me confunden los roles, llego con nombre de Andrea donde debí entrar como Nely. Por eso, tal vez, siempre tengo algo que decirle a alguien:

“Aún tengo las hojas de PARRA, tengo la ropa interior también envuelta en esas mismas hojas. Sí, en esas, en las de PARRA. No PARRA el poeta. Las hojas de PARRA de donde sale la uva, de donde sale el vino. De donde sale el mismo vino que tomas. Esas hojas de para. Las que me haces refregar en el cuerpo y en la ropa interior, MARICÓN!, las mismas, las mismitas.
Te gustaba la música con el bajo bien notorio, en lo posible monótono en el ritmo para hacerlo coincidir con tu pecho que golpeaba el mío, cada vez que sentías los latidos de tu corazón. Un par de hojas quedaban apoyadas en mi cuello, adheridas a la piel sudorosa (como te gustaba a ti), las uñas me las pedías pintadas de rojo intenso enterradas en tu espalda y camuflándose con la sangre que asomaba hirviendo, la vista al frente (no debía mirara tus ojos desorbitados), tus muslo y estomago tibios eran reptiles cediendo calor. Recuerdo aún tu aliento bruto atravesándome la piel, la cabeza andando en otro planeta, mi pesho inflado y acelerado hasta darme vuelta los hombros, las piernas pidiendo a gritos participar del evento y el pelo acariciándote suave, ocupando el sitio de las manos, esclavas de las uñas y su posición. En la cintura, en la entrepierna, de ese lugar ya no sé, ya no hay risas ni inocencia. Son la guagua en medio de la alameda, acostumbraron a cerrar los ojos en medio del ruido.
Repito, no me conformo con las hojas de PARRA maricón!”






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